sábado, 24 de diciembre de 2011

Diario de Cuba. Cayo de Santa Maria

Domingo 11. Salgo temprano, justo antes de amanecer. 
Salir a correr en un cayo no da muchas posibilidades así que en seguida topo con el mar. 
La única alternativa consiste en correr por la playa. 
No es una mala alternativa. La arena esta dura, la mar calma y las vistas son maravillosas. 
Intento no mojarme las zapatillas con agua salada así que cuando la vegetación se acerca demasiado a la orilla tengo que buscar camino por el interior. Encuentro algunos senderos interesantes con no demasiadas raíces. 
Cualquier traza de sendero entre estos manglares se agradece pero al cabo de unos metros vuelvo a dar con el mar. 
Esta vez es una preciosa ensenada. 
El agua es transparente y todo parece una postal del paraíso así que me quito las zapas y la ropa y a nadar.
Es una de esas playas que casi no tiene pendiente así que al parar de nadar puedo hacer pie en el fondo.
Cerca una familia de pelícanos está posada en la superficie sin importarles mi presencia. Por turnos remontan vuelo para precipitarse en picado contra el mar unos metros mas adelante. 
Es su forma de buscar el desayuno. Algunos de ellos salen con el pez todavía a medio tragar.
Es uno de esos momentos especiales a guardar.

Los pelícanos ya han desayunado pero yo no, así que toca volver. 
 Salgo, me visto y con cuidado para no perderme vuelvo al hotel.

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